¿Sabías que la calidad del aire en tu oficina puede ser una señal de que algo no funciona bien?

En muchas oficinas, basta con que el ambiente se sienta “raro” para que empiecen las quejas: demasiado calor, aire cargado, sensación de pesadez. Pero lo que muchas personas no saben es que ese malestar no es casualidad: el aire puede estar avisando de que algo no funciona bien… y prestarle atención puede ayudarte a evitar problemas mayores.

Más allá del confort: el aire también informa

El confort ambiental no es solo una cuestión de bienestar; también es una fuente de información muy valiosa. Un edificio que “habla” a través de sus datos puede anticiparse a averías, mejorar su eficiencia energética y cuidar mejor de las personas que lo ocupan. Hoy en día, gracias a sensores conectados a plataformas de gestión, es posible medir constantemente parámetros como la temperatura, la humedad o la calidad del aire interior.

Estos datos no solo sirven para ajustar el clima de manera más precisa, sino también para detectar fallos antes de que se hagan evidentes. En lugar de esperar a que alguien se queje o a que una máquina falle, el edificio puede lanzar una alerta de forma automática.

¿Qué se puede monitorear y por qué importa?

Aquí van tres variables fundamentales que nos ayudan a entender el “estado de salud” de una oficina:

  • Temperatura: Un aumento o descenso anómalo puede revelar desde problemas en la climatización hasta pérdidas energéticas por aislamiento deficiente. Además, el confort térmico influye directamente en la productividad.
  • Humedad: Los niveles ideales suelen estar entre el 40 % y el 60 %. Por debajo, aumenta la sequedad ocular y la sensación de frío. Por encima, proliferan hongos y bacterias. La humedad también incide en cómo sentimos la temperatura.
  • CO₂ (dióxido de carbono): No lo vemos ni lo olemos, pero su concentración tiene un impacto directo en la concentración y el rendimiento cognitivo. Niveles por encima de 1.000 ppm indican una ventilación deficiente. Medirlo es clave para saber cuándo y cómo ventilar, sin desperdiciar energía.

Señales de alerta que no vemos (pero que están ahí)

Muchos de los problemas en edificios pasan desapercibidos hasta que ya es tarde. Pero si prestamos atención a los datos, es posible adelantarse.

  • Una sala de reuniones donde el nivel de CO₂ sube rápidamente cada vez que hay una reunión larga: puede ser una pista de que la ventilación no es suficiente.
  • Un ala del edificio que siempre tiene 2 °C más que el resto: puede señalar una válvula mal calibrada, un sensor dañado o una fuga térmica.
  • Un pico de consumo eléctrico durante un fin de semana cuando no debería haber nadie: podría ser un equipo que se ha quedado encendido por error.

Todas estas situaciones no solo afectan al confort, sino también al consumo energético y a la vida útil de los sistemas.

Ahorro y salud van de la mano

Controlar estas variables no es solo una cuestión técnica, es una estrategia inteligente. Los beneficios son múltiples:

  • Energía: ajustar la climatización según el uso real del espacio evita sobrecalentar o sobrerrefrigerar zonas vacías.
  • Salud: una mejor calidad del aire reduce dolores de cabeza, fatiga y síntomas respiratorios, especialmente en personas sensibles.
  • Mantenimiento: detectar patrones anómalos evita fallos mayores, paradas imprevistas o costosas intervenciones de urgencia.
  • Sostenibilidad: una gestión más eficiente del ambiente interior reduce la huella energética y contribuye a los objetivos ESG de las empresas.

Cuidar el aire es cuidar a las personas (y al edificio)

El confort ambiental ha dejado de ser un lujo para convertirse en una necesidad. Ya no basta con tener un aire acondicionado que funcione: necesitamos espacios que se autorregulen, que informen en tiempo real de su estado y que puedan ajustarse según el uso real que hacemos de ellos.

La buena noticia es que la tecnología para hacerlo ya existe, y no se trata de una gran inversión, sino de una apuesta inteligente: por el bienestar, por el ahorro y por la sostenibilidad.

¿Y cómo se gestiona todo esto? La clave está en plataformas como OTEA

Tener sensores repartidos por todo el edificio está muy bien, pero si no hay una forma de centralizar, interpretar y actuar sobre los datos, se pierde todo el potencial. Aquí es donde plataformas de control como OTEA marcan la diferencia.

Gracias a sistemas como este, no solo puedes visualizar en tiempo real el estado de cada zona del edificio o recibir alertas automáticas, sino que puedes automatizar la respuesta. Es decir, si la calidad del aire supera un umbral, OTEA puede activar automáticamente los sistemas de ventilación adecuados, sin intervención humana.

Este tipo de inteligencia activa convierte a OTEA en algo más que una plataforma de gestión: es un sistema BMS (Building Management System) que actúa como tus ojos, oídos y voz en el edificio. Detecta, interpreta y reacciona, incluso cuando no estás, permitiéndote un control total con un alto grado de eficiencia, seguridad y confort.

Validado por

Paula

Apasionada por la tecnología, la automatización y el impacto del software en la eficiencia energética. Conecta tendencias digitales con soluciones inteligentes para edificios más sostenibles.

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